Por Lucía Blanco
Hace algunos años, sobretodo con el auge de las constelaciones familiares, se comenzó a visualizar el aspecto transgeneracional y cómo éste permea a nuestras vidas. Aunque desconozcamos nuestra historia o a nuestros ancestros y ascendentes, la historia de nuestro árbol se manifiesta de una u otra forma. Si bien es una técnica cuya difusión es quizá de la última década para acá, es como todo, el que no lo conociéramos antes,no quiere decir que no existiera; sólo que ahora lo tenemos en el consciente.
Anne Anceline Schützenberger (2004) dice que:
“Los duelos no hechos, las lágrimas no derramadas, los secretos de familia, las identificaciones inconscientes, las lealtades familiares invisibles pasean sobre los hijos y los descendientes. Lo que no se expresa por palabras, se expresa por dolores”.
Por su parte, Jodorowsky (2011) afirma que todas las familias tienen secretos guardados. Se silencian por vergüenza, por protección a los hijos o por diferentes miedos; algunas veces por supervivencia; en todas las familias, dice el autor, hay hechos y circunstancias que las familias pretenden que no salgan a la luz. Dice:
“Estos secretos forman una estructura que se deslizará de diferente manera sobre las generaciones siguientes”.
Los secretos más comunes tienen que ver con: violaciones, enfermedades mentales, asesinatos, suicidios, homosexualidad, incesto, prostitución, exilio, cárcel.. Estas experiencias dejan una huella emocional, en nuestras células, lo que Rolando Toro (2009) denomina: el Inconsciente Vital.
Visto, desde otra perspectiva, esta huella, es comandada por el cerebro emocional, que rige el bienestar psicológico y una gran parte de la fisiología del cuerpo. Los desórdenes emocionales son consecuencia de las disfunciones de este cerebro. Estas disfunciones tienen su origen en experiencias impresas de manera imborrable en el cerebro emocional.
Estas huellas, o experiencias impresas, de acuerdo a Jodorowsky, pueden ser sanadas a través de la genealogía; la que define como:
“El estudio del árbol genealógico, como vía de conocimiento con un fin eminentemente sanador”
Su hijo, Cristóbal, dice que:
“La genealogía es un lenguaje de precisión matemática, un sistema de repeticiones con fechas, enfermedades, muertes, situaciones, nombres: mapas neurológicos que se recorren y transmiten de generación en generación”
Por otro lado, la biodescodificación explica que cada uno de nosotros llegó a este plano físico, a través de un árbol. Esta teoría, parte del hecho de que todo es información codificada. Por lo tanto, se puede descodificar al acceder al conflicto emocional causante del síntoma o de la enfermedad.
Para este efecto, hay que utilizar métodos que salgan de la razón y el lenguaje, y que nos lleven al cuerpo y que tengan influencia directa sobre el cerebro emocional.
El término biodescodificación, se puede usar desde una acepción biológica y de otra tansgeneracional. Aunque ambas están relacionadas, distingo que la primera será la manifestación física de la segunda; es decir, la biológica se refiere a la manifestación física de enferemedades (genética) – [que generalmente tienen su origen en algo emocionalmente no resuelto] mientras que la transgeneracional, tiene que ver más con las creencias, comportamientos y emociones transmitidos a través del árbol (epigenética).
La psicogenealogía parte de la premisa de que determinados comportamientos inconscientes se transmiten de generación en generación (epigenética) e impiden al sujeto autorrealizarse, por lo que para que un individuo tome consciencia de ellos y se pueda desvincular de los mismos es necesario que estudie su árbol genealógico.
¿Quieres descubrir qué hay en tu árbol?, ¿Sanar lo que tu consciente no sabe y que sin embargo está en tu inconsciente?. Descubre y sana en el taller: “Sanando mi árbol; integrar linaje y presente”. Contáctame y pide informes.
Bibliografía:
Jodorowsky,A. (2011); Metagenealogía; Buenos Aires: Ed. Sudamericana
Schützenberger, .A. (2004) ¡Ay mis ancestros!; Buenos Aires: Ed. Hachette
Toro, R.(2009) Biodanza; Chile: Ed. Índigo, cuarto propio