Por Lucía Blanco
Recientemente, el Colegio Internacional de Educación Superior, fue sede del Congreso: Construcción y Ruptura del Lazo Social. El lazo social, me llevó a hacerme la pregunta que da origen a este artículo y en donde comparto algunas de mis reflexiones:
Comenzaré por retomar la etimología de los vocablos: relación y vínculo. De acuerdo a su origen, descubrimos que:
La palabra relación, viene del latín relatio, con el prefijo re- (indica reiteración), la raíz lat- (llevar algo) y el sufijo –tio (- cion= acción y efecto). Todo junto sería: “acción y efecto de llevar algo otra vez”. Ese “algo” es conocimiento y esto surge a partir del verbo: relatar [= volver a (re-) llevar (-lat) unos hechos al conocimiento de alguien].
Mientras que, vínculo (del latín vincŭlum) es una unión, relación o atadura de una persona o cosa con otra. Por lo tanto, dos personas u objetos vinculados están unidos, encadenados, emparentados o atados, ya sea de forma física o simbólica.
Partiendo de su origen, los significados de estos vocablos establecen una diferencia primordial entre sí: el término relación, comúnmente lo aplicamos, sin darnos cuenta, a una asociación cuando hacemos un análisis, o cuando referenciamos una persona u objeto con respecto a otra; como por ejemplo: ¿cuál es la relación entre a y b?
En contraparte, cuando vinculamos una cosa con otra; hay una unión; no sólo hay una relación entre ambos aspectos; sino que ambos aspectos se entrelazan.
Lo anterior nos haría pensar que todo vínculo implica una relación; sin embargo, no toda relación constituye un vínculo.
Si esto es así; cuando hablamos de construir vínculos, entonces, nos referimos a una unión más profunda y significativa que sólo tener, algún punto en común con otro. A partir de aquí, podemos preguntarnos: y yo, ¿qué tengo; relaciones o vínculos? o ¿con quienes me relaciono y con quienes me vinculo?, ¿qué establece esa diferencia?
En una próxima entrega, profundizaré un poco en el tema de los vínculos sanos vs. los tóxicos.